domingo, 20 de noviembre de 2016

Un mundo con códigos definidos







El billar no es sólo una disciplina que se cultiva con celo pensando en certámenes nacionales e internacionales. También es una excusa para encontrarse y socializar en uno de los pocos ambientes exclusivamente masculinos que van quedando.

“Una vez, en Uruguay, durante un mundial, vimos a una mujer y un hombre que participaron del campeonato y jugaban muy bien. Después de eso, no recuerdo haber visto mujeres jugando al billar”, dice Marcelo Mendy.

En ese espacio, los códigos se respetan. Uno de ellos es el del silencio atento y respetuoso. Se juega en un ambiente que nada tiene que envidiarle a una cancha de golf, o a un partido de tenis, con máxima concentración y donde cualquier interrupción es casi una afrenta.

El ejecutante, Marcelo Mendy.
“Muchos confunden al billar con el pool y no tienen nada que ver. El billar no tiene troneras y en todas sus variantes - casín, cinco quilles, entre otras - es un juego casi científico, comparable con el ajedrez, en el que se estudia el ángulo cuando se juega con bandas y es tan importante el juego propio como otros factores, como el estado de ánimo del rival. Todo puede ser objeto de estudio”, se entusiasma Cortés.

La historia de ese juego que convoca a un puñado de platenses un promedio de tres veces por semana y durante jornadas de hasta tres horas, hunde sus raíces en las épocas más remotas. Culturas como la griega y la egipcia jugaron juegos similares, aunque es en la Europa del siglo XV donde empieza a tomar forma la variante de la disciplina que se practica en la actualidad.

Dos teorías pretenden explicar el nacimiento del billar. La escuela francesa esgrime una, diciendo que fue un artesano de la corte de Luis XV llamado Henry Devigne el que lo creó. La otra es defendida por la tradición inglesa y atribuye la creación del billar al inglés Bill Yar, que también le habría dado nombre.

Para los devotos platenses del billar, la pasión tiene su costo. Y es alto: los tacos son europeos y tienen un precio promedio de 800 dólares. A su vez cada participante de un torneo debe hacerse cargo de los montos necesarios para cubrir viajes y estadías desde que las federaciones internacionales dejaron de pagarlos.

“Ante la falta de sponsors y apoyos oficiales a veces recurrimos a las cenas en el club o las rifas. Todo sea por conseguir lo necesario para viajar y participar”, dice Mendy.

Para el multicampeón platense, en este contexto, entusiasmar a los jóvenes con el billar es hoy una prioridad para los billaristas platenses. Y no tiene dudas: “si se aprende bien es un deporte que puede competir sin problemas con cualquier nueva tecnología y cualquier juego de computadora”.

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